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1.- Siguiendo las huellas de San Pablo.
San Pablo, apóstol de los gentiles.
1.- Siguiendo las huellas de San Pablo.
«Santos apóstoles Pedro y Pablo. Simón, hijo de Jonás y hermano de Andrés, fue el primero entre los discípulos que confesó a Cristo como Hijo de Dios vivo, siendo por ello llamado Pedro. Pablo, apóstol de los gentiles, predicó a Cristo crucificado a judíos y griegos. Los dos, en fuerza de la fe y el amor hacia Jesucristo, anunciaron el Evangelio en la ciudad de Roma, donde, en tiempo del emperador Nerón, sufrieron el martirio, el primero, Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo y sepultado en el Vaticano, junto a la vía Triunfal, y Pablo fue degollado y enterrado en la vía Ostiense. Su triunfo es celebrado por todo el mundo con honor y veneración (s. I)». (Semblanza extraída del Martirologio romano Ed. 2001).
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San Pablo.
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San Pablo.

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Claudia2019 shares this
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siguiendo las huellas de Pablo.
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siguiendo las huellas de Pablo.

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Monkadosh 29 shares this
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SANTORAL.
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SANTORAL.

SANTOS
Angelo Lopez shares this
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Siguiendo las pisadas de Jesús en San Pablo.
Homilía de San Juan Crisóstomo acerca de San Pablo «Cada día se levantaba con una mayor elevación y fervor de espíritu y, frente a los peligros que lo acechaban, era cada vez mayor su empuje, como lo atestiguan sus propias palabras: «Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacía lo que está por delante...» En medio de las asechanzas de sus …More
Siguiendo las pisadas de Jesús en San Pablo.

Homilía de San Juan Crisóstomo acerca de San Pablo «Cada día se levantaba con una mayor elevación y fervor de espíritu y, frente a los peligros que lo acechaban, era cada vez mayor su empuje, como lo atestiguan sus propias palabras: «Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacía lo que está por delante...» En medio de las asechanzas de sus enemigos, habla en tono triunfal de las victorias alcanzadas sobre los ataques de sus perseguidores y, habiendo sufrido en todas partes azotes, injurias y maldiciones, como quien vuelve victorioso de la batalla, colmado de trofeos, da gracias a Dios, diciendo: «Doy gracias a Dios, que siempre nos asocia a la victoria de Cristo». Imbuido de estos sentimientos, se lanzaba a las contradicciones e injurias, que le acarreaba su predicación, con un ardor superior al que nosotros empleamos en la consecución de los honores, deseando la muerte más que nosotros deseamos la vida, la pobreza más que nosotros la riqueza, y el trabajo mucho más que otros apetecen el descanso que lo sigue. La única cosa que él temía era ofender a Dios; lo demás le tenía sin cuidado. Por esto mismo, lo único que deseaba era agradar siempre a Dios.
La tradición cristiana conoce a San Pablo como «el Apóstol», sin más. El no sólo ha vivido apasionadamente la misión que le había sido confiada, sino que en sus cartas transluce esta vivencia. Sus escritos no son asépticos e impersonales, sino que en cada línea se manifiesta el alma y el corazón del apóstol. Sus deseos y anhelos, sus luchas y fatigas, sus proyectos... están al alcance de quien lee sus cartas.
Estas páginas recogen lo que he ido entresacando a lo largo y ancho de las cartas de San Pablo, de su vivencia apostólica. Como se ve, aparece una gran riqueza de detalles, que constituye lo que podríamos denominar el testimonio apostólico de San Pablo. Seguramente él no ha pretendido reflejamente expresarlo así, pero es providencial que haya quedado plasmado por escrito, pues ha servido de orientación a los cristianos y apóstoles de todas las épocas. También para nosotros puede ser iluminador. Ante el reto de la nueva evangelización y del tercer milenio del cristianismo que comenzamos, es necesario ante todo un nuevo ardor para que el Evangelio se difunda. Las actitudes apostólicas que San Pablo testimonia –válidas para todo apóstol, sacerdote, seglar o religioso– son básicas y esenciales; sin ellas ningún método resultará eficaz ni fructuoso.